miércoles, 1 de junio de 2011

Hollywood, no te reconozco


Para muchos el aluvión de remakes que Hollywood nos viene esputando durante los últimos años es un claro síntoma de decadencia. 
                                                                                Lo cierto es que lo que antes eran casos aislados, hoy se ha convertido en el pan nuestro de cada día y términos como reboot, precuela, secuela y especialmente remake, abarrotan las páginas de las revistas cinematográficas.





¡Por el amor de Billy Wilder! ¿¡Una revisión de Perros de Paja!? ¿Era necesario? ¿Acaso Sam Peckinpah no lo hizo ya suficientemente bien? Por no hablar de la descontextualización. Quiero decir; si algo destacó en el cine de Peckinpah fue la violencia. Denostada por los más conservadores y alabada por aquellos que veían en ella una revolución en la forma en que Hollywood nos contaba sus historias. Revolución que efectivamente se materializó  y que tiene en el cine de Quentin Tarantino a su principal heredero. Por lo tanto, si Perros de Paja tiene su principal baza en la forma que emplea para contarnos una historia de violencia, absolutamente novedosa para su tiempo ¿Qué sentido tiene un remake? El film de Peckinpah pertenece a otro año, a otra década, a otro siglo, a un momento en que las fórmulas audiovisuales eran muy distintas a las actuales. Perros de Paja hoy está fuera de contexto.

Y es que esta fiebre de cine precocinado no respeta ni a los grandes, no olvidemos a todo un visionario en esto de mearse en los clásicos bajo la máscara del 'homenaje', Gus Van Sant y su infame Psycho, un calco plano por plano del clásico de Hitchcock; eso si, a color.

Los reboots ¿qúe se puede decir de los reboots? Para aquellos que no lo sepan un reboot es el relanzamiento de algo ya hecho, tomando las características más importantes, pero sin que necesariamente tenga relación ni continuación con lo anterior. Para entendernos, ya había una saga de Batman, llegó Nolan, cogió al personaje y empezó de cero, eso es un reboot.

Si los remakes ya demuestran el bloqueo creativo que sufre Hollywood; o más bien, las pocas ganas que tienen las majors de arriesgar con novedades cuando pueden desempolvar fórmulas que ya funcionaron en su día. Los reboots ya resultan hasta ofensivos por lo descarado. Aun no se ha estrenado la tercera parte del Batman de Nolan y ya corren rumores de que el director anda detrás de un proyecto para lanzar una nueva saga del héroe alado. Eso si, esta vez como productor. Lo mismo ocurre con Spiderman, cuyo reboot está a puntito. Ya ni siquiera esperan a que pase algún tiempo 'si algo funciona, pues lo hacemos de nuevo ¿Para qué cambiar el menú, si el pollo le gusta a todo el mundo?'

Lo cierto es que esta decadencia de la que tanto hablan se presentó físicamente ante mi cuando visité Hollywood. Las luces de la Avenida de la Fama contrastan con la oscuridad de otras calles no tan frecuentadas, los negocios, en su mayoría, claro está, de merchandising turístico que se encuentran en esta misma avenida, contrastan con los carteles de Se vende o Se alquila que puedes ver solo dando unos pasos más.Por no hablar del desasosiego que me provocó ver un cine reconvertido en Iglesia 'come-orejas' sobre las bondades de Jesús.  Hasta los disfraces de aquellos aficionados que alimentan los sueños de los turistas a cambio de unas monedas, resultan entrañables de lo cutres que son. Al traje de Spiderman no le vendrían mal unos remiendos por aquí y unos parches por allá; Marilyn Monroe parecía un travesti del Día del Orgullo y la amplia variedad de Batmans tampoco se quedan atrás. Hasta el mismísimo Joker se mofaba de ellos; claro que éste se mofa de todo el mundo porque la sonrisa está fija en la máscara, máscara que por cierto le venía grande.

Un bar fue el encargado de terminar por confirmarme que Hollywood ya no es lo que era. Uno de esos bares oscuros que se ven en las películas, donde ya puede lucir el más brillante de los soles en el exterior, que sus parroquianos se emborrachan tan solo iluminados por las luces de la barra. Las paredes del estrecho local estaba decoradas con fotos firmadas de estrellas hollywodienses. De Stallone a Al Pacino pasando por John Belushi habían pasado por allí, pero eso fue hace tiempo; ya no pasaba nadie. Esto nos lo contó un simpático y bebido habitual del local, que se emborrachaba alegremente con su mujer. Tuvimos una conversación agradable en la que solo se le oscureció un poco el carácter cuando nos habló de los buenos tiempos, según él, Los Ángeles es lo que 'mola de verdad' y su 'fuck New York' me dio la impresión de que escondía algún rencor hacía el hecho de que las luces de la fama y el glamour enfoquen hoy por hoy más hacía la costa este que hacía el oeste de los Estado Unidos.

La Historia de Hollywood está llena de cuentos de decadencia, dentro y fuera de la pantalla. El ascenso a la gloria y la posterior caída ha llenado páginas y páginas de guiones; y como la realidad siempre supera la ficción, muchas de sus estrellas más brillantes han sido víctimas del binomio éxito-fracaso. Por poner dos mínimos ejemplos se me vienen a la cabeza ¿Qué fue de Baby Jane? dentro de la gran pantalla y el pobre Bela Lugosi fuera de ella.

A este paso, quizás pronto, Hollywood escriba una de esas historia  de ascenso y caída sobre... Hollywood.